Comentario de Carmela García
Durante las
clases con Juan de Dios Orozco de este último fin de semana se hablaron de
temas muy diversos y todos ellos relevantes al protocolo en la actualidad, como
el papel del anfitrión, la organización de reuniones de trabajo, etc. Sin
embargo, uno de los temas que surgieron de forma más espontánea entre los compañeros llamó mi atención. Estoy
hablando de la costumbre española de dar dos besos a modo de saludo a las
mujeres.
La postura
del profesor, compartida por algunos de los asistentes, es la de que no debe
iniciarse por defecto, entendiéndose que la situación cambiaría si se conociera
a la otra persona o si la mujer en cuestión fuera la que iniciara el
acercamiento para este tipo de saludo. Esta idea parte de la premisa de que si
acabas de conocer a una persona no necesariamente quieres que se acerque tanto
a ti, invadiendo de forma necesaria la zona más íntima del espacio personal.
La
conversación me llevó a preguntarme más sobre este saludo que compartimos, con
sus particularidades, con otros países como Francia, Argentina o Brasil.
Históricamente podemos hablar del beso como símbolo de respeto, haciendo así referencia los besos en la mano o en un
anillo a figuras importantes de la vida civil (reyes o nobleza) o religiosa
(cardenales u obispos). El beso en la mano también se utilizaba en el casa de
las damas, puesto que demasiado contacto estaba prohibido. Los dos besos en las
mejillas que se utiliza en la actualidad, siguiendo esta línea, sería un
símbolo de igualdad entre las dos personas, pero su popularización es algo
relativamente reciente.
La
explicación se encuentra en el hecho de que el contacto entre personas y los
gestos públicos de afecto han dejado de tener el tabú que anteriormente pesaba
sobre ellos (y que llegaba al punto de la prohibición de besarse en público).
Como consecuencia, el contacto tanto entre conocidos como extraños es mucho más
frecuente y ha influido en este tipo de saludo.
En la
actualidad se podría hablar de que la costumbre española de los dos besos
establece una clara diferenciación de género, puesto que por lo menos en
nuestro país no hay costumbre extendida de que se realice entre dos hombres.
Esta diferenciación se ve todavía más clara en los (numerosos) casos en los que
es el hombre el que inicia el gesto para besar a una mujer, incluso aunque ésta
le haya ofrecido la mano para estrechar. Esto lo que hace de una forma más o
menos sutil es obligar a la mujer a cumplir con las normas sociales
establecidas y responder al gesto a pesar de que le pueda resultar incómoda la
cercanía de un hombre al que apenas conoce.
Por último,
no debemos olvidar que los dos besos, al igual que cualquier otra forma de saludo, son un elemento del lenguaje no verbal propio de nuestra
sociedad, por lo que hemos de ser cuidadosos a la hora de intentar
“exportarlos”. Lo que puede resultarnos natural desde el punto de vista de
nuestra cultura puede ser incorrecto y hasta ofensivo en otra menos
familiarizada con este tipo de contacto físico interpersonal.
Ante la
duda, parece que lo mejor es seguir el consejo del profesor Orozco y no
arriesgarnos a meter la pata y hacer sentir incómodas a otras personas
innecesariamente: nada de acercarse a la cara de una persona a no ser que sea
ésta la que lo inicie.
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