Post de Jorge López
El lenguaje es un elemento vivo.
Constantemente cambia y se adapta a los nuevos usos e influencias.
La tecnología, las redes sociales
y la acción globalizadora de ambas, entre otras cosas, han hecho que palabras
de otros idiomas, preferentemente el inglés, sean hoy cotidianas.
En temas de comunicación,
protocolo y organización de eventos, sean estos de cualquier índole, el léxico
no permanece inmune. Adquiere y se adapta. Absorbe y cambia. Transmite y se
recibe.
En general, en toda actividad hay un lenguaje que le es típico y propio. Existen unos términos que son
afines a todas las personas relacionadas con ese campo. El argot.
Durante los distintos días de
ponencias en este curso, dentro de esta jerga que pudiera ser propia a la
actividad, he descubierto una palabra. Ya la conocía como tal, pero no en esa
acepción. Ella es: Señorito.
Según los ponentes del curso, la
Doctora Dolores del Mar Sánchez y el Especialista en Protocolo Internacional
Juan de Dios Orozco, es común entre los profesionales encargados del protocolo
y la comunicación de cualquier tipo de organización, empresa u organismo,
referirse de ese modo a la persona para la cual trabajan cada uno de ellos en
ese momento. En ningún momento tiene valor peyorativo. El profesional avezado y
conocedor del protocolo y la comunicación debe tratar que su Señorito sea
primus inter pares, es decir, el primero entre iguales. O incluso más.
Siempre con afabilidad, pero con eficiente habilidad.
En tiempos de brainstorming,
coffe-break, briefing, coaching, win-win, .......resulta anecdótico, y a la vez
reconfortante, que sea usual la utilización de la palabra anteriormente citada.
Un vocablo típicamente español y castizo. Superviviente del tsunami anglófilo, los tecnicismos y la propia idiotez de sustituir palabras de un idioma, tan
prolífico como el español, por términos que le son ajenos. Fernando Ramos,
profesor de Derecho de la Información y Comunicación Corporativa en la
Universidad de Vigo, relator del curso, nos habló en su ponencia de su postura
a favor del uso constante de términos en español.
No es de extrañar esta influencia
sobre la lengua española, por la permeabilidad de ésta con el inglés, si se
tiene en cuenta el volumen, la capacidad de la organización y los actos en los
países natales de Cervantes y Shakespeare, con motivo de cumplirse 400 años del
fallecimiento de ambos. Don Miguel, su obra y cerca de 500 millones de personas
hispanohablantes merecerían un trato más acorde. La dedicación, preparación y
previsión británicos, contrastan con la aparente desidia, improvisación y
escasa implicación institucional española ante tal efeméride.
La máxima figura de la literatura
española y universalmente conocido, merecería un trato mejor.
Daoiz y Velarde, aparte de
los héroes del levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, son los nombres de los
leones ubicados a ambos lados de la entrada principal del Congreso de los
Diputados; inánimes y huecos como la gran mayoría de los que están dentro del
edificio, les han colocado un atril para simular que leen El Quijote.
Parece que el único Ministerio
verdaderamente implicado en el cuidado de Don Miguel es el Ministerio del
Tiempo, organismo que, al igual que Rocinante, Dulcinea o el Bálsamo de
Fierabrás pertenecen a la ficción. O eso creo.
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