Post de Jorge López López
Hace años que la observo. Ella no
sabe nada, pero hoy la vi y la tuve en mis manos. Llevaba años contemplándola,
en silencio. Había visto fotos de quién
la comercia y de quién ya la tenía. Todos sonreían. He pensado mucho en
ella.
La había visto muchas veces a
través del cristal de la pantalla. Había tenido que hacer esfuerzos y cambios
para conseguirla, pero hoy la tengo. Ya es mía.
Me habían dicho algunos que era
muy cara. Otros que no la necesitaba, que nunca la iba a usar. Que no era para
mí. Que a mis años ya era tarde.
Solamente mi mujer me dijo que si
la quería, la comprase. Que yo sabría darle uso. Que los tiempos cambian, que
uno nunca sabe.... Por todo eso la
compré y ahora ya la tengo.
Es mi caja. Una caja vacía.
Con mi caja, mis miedos, muchas
dudas e ilusiones, me presenté el día 4 de marzo de 2016 en la Facultad de
Ciencias de la Comunicación.
La primera impresión no fue
buena. Al final del pasillo el Aula 2, vacía. Volví sobre mis pasos y pregunté
a dos chicas sentadas en un banco. Ellas estaban allí por lo mismo. Seguramente
no traían caja, pero seguro que también tenían dudas y temores. Hablaban entre
sí, ya eran cómplices o amigas. Su respuesta con sonrisa fue un respiro para
mí.
A los pocos minutos salió del
aula, que yo creía vacía, una mujer. Sonriente, amable y segura nos invitó a
entrar. Apareció más gente, la cual fue entrando lentamente, acomodándose en el
gallinero tal como dijo la mujer, que efectivamente resultó ser nuestra primera ponente: Olga
Casal.
Acto seguido, todos sentados. La
puerta del aula se cerró y tras unos breves minutos de introducción y presentaciones,
la caja que tanto había deseado se abrió.
Con mucho temor todavía, apenas
dije palabra. Mi atención se centraba en la ponente que nos contaba el temario de
cajón. Aderezaba el discurso con múltiples anécdotas de su experiencia
profesional. Su evidente dominio total de los temas me tranquilizó. Me sentí
bien, seguro, al comprobar que mi caja y yo nos encontrábamos en el sitio justo
y en el momento preciso.
Esa tarde, mi caja, que sólo
existe en el vacío reverberante de mi cerebro, comenzó a llenarse.
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