Post de Fernanda Fernández
En protocolo no
es fácil ceñirse a una única palabra clave. Tal vez, la más representativa pueda ser
la que hace alusión al orden.
El término “orden”
ha sido uno de los más repetidos
y de los que más nos han ubicado para ser conscientes de que el protocolo es una
disciplina práctica, enfocada y totalmente vigente en el mundo empresarial.
Pero hay muchos
otros vocablos, muy importantes ,que se acoplan perfectamente a la idea de
orden/objetivo/protocolo: sencillez, seguridad, sentido común, costumbre, comunicación, inteligencia, dinamismo,
disciplina, innovación,
mesura, coherencia, discreción, respeto, ritmo, negociación versus imposición…
Definitivamente
no hay nada obsoleto en el estudio y aplicación del protocolo. Es más, no se me ocurre nada más actual para aportarnos confianza y firmeza en nuestro trabajo
diario, en nuestra vida cotidiana. No es necesario esperar a la organización de un gran evento, a la reunión con el
cliente de nuestros sueños, a una recepción en la Zarzuela, a la boda de nuestra mejor amiga… Protocolo ha de ser una magnifica referencia a la hora de
comportarnos en nuestro día a día, en cada
una de nuestras relaciones, en el normal devenir de nuestra cotidianidad
personal y profesional.
Protocolo es la búsqueda de un claro objetivo: la excelencia, y no me refiero
aquí a “Excelencia” en su acepción de
tratamiento de respeto y cortesía que se da a algunas personas por su
dignidad o empleo, tal y como nos indica la RAE y que debemos tener en cuenta
en organización protocolaria,
sino a la búsqueda de mejora continúa, de ir más allá en
conseguir ser mejores como personas y en nuestro trabajo.
Excelencia que
nos han transmitido todos los profesores que componen el claustro del curso de
posgrado en Protocolo, Comunicación e Imagen Corporativa, fundamentalmente
porque además de las cuestiones técnicas inherentes a la materia, cada uno
de ellos, en su medida y con su personalidad, nos han transmitido una
disciplina creíble, dinámica
y con futuro. Aquella que nos empuja a ser mejores y a exigirnos más. Un modo de vida , de conducta al que, sin dudar, ¡me apunto ya!. La búsqueda de la excelencia, del sentido común, de
comunicar acertadamente, de coherencia (vocablo y concepto fantástico que muy a menudo olvidamos), de ritmo, de autenticidad
ordenada, de “inteligencia protocolaria”, termino éste último acuñado en la clase del profesor Juan de Dios
Orozco y que particularmente me ha encantado. A cada uno de los actos de
nuestra vida profesional (y personal) deberíamos ir
inteligentemente preparados, armados para conseguir nuestros objetivos de
manera auténtica y natural.
Protocolo es autenticidad, pues, porque, incluso sus artificios, si los hubiera, han de responder a un porqué, a una costumbre o devenir de la Historia, a una poderosa razón que hace que nuestra elección por lo pomposo o lo forzado sea lo justo para ese momento y/o circunstancia.
El protocolo es respeto a los
protagonistas y a los que crean y trabajan en cada uno de sus actos, desde el
que preside hasta el último de los operarios, tan necesarios
para la perfecta ejecución de los
eventos. Es felicidad por el trabajo bien hecho, satisfacción y esfuerzo. Es cultura,
conocimiento, no en una, sino en varias disciplinas.
El protocolo es comunicación, es marketing, es economía, es estrategia, es representación, escaparate de lo que somos y
queremos ser, es empresa, es vida,
es cultura…
Decididamente, no
hay nada arcaico en el mundo del protocolo, tal vez únicamente
aquellos que lo obvian o nos miran con recelo. Ellos son en realidad los
antiguos e ignorantes. Y ante esto no cabe citar una de las palabras más repetidas también por nuestros profesores, la que hace
referencia al verbo depender,
palabra que nos daría para un post
enterito y que estoy y segura de que provocará una sonrisa ante mis compañeros de promoción.
El protocolo es
un camino, una guía, libre y actual,
no hay ninguna duda.
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