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19 mar 2017

Mentir o no mentir: Esa es la cuestión

Curso especialista en protocolo, comunicacion e imagen corporativa. Universidad de A Coruña


Post de Claudia Irigaray

Muchas han sido ya las veces (y las que nos quedan por ver) que el público ha sido testigo de las horas más bajas de compañías y personas. Casos como Samsung y sus terminales incendiarios, el ex ministro José Manuel Soria y sus papeles de Panamá o Jordi Pujol y sus millones escondidos son solo algunos de los miles de ejemplos que podríamos debatir; tres casos en los que el público ha conocido sus trapos sucios de la noche a la mañana y a lo que los protagonistas han respondido de formas muy diferentes: unos con verdades y otros con mentiras.  

Haciendo repaso de todos estos casos conocidos, me ha dado por pensar en cuáles son las líneas de comunicación posibles en cuanto a dar explicaciones o no a ese bombazo. Me refiero a ese momento en que estalla la noticia y el protagonista no ha tenido tiempo de pensar, o no le han aconsejado todavía, la estrategia a seguir para minimizar los daños que la opinión pública le puede causar a su imagen. Una estrategia que, a priori, parece de poca necesidad pero que, viendo los finales que ya todos conocemos, cobra protagonismo.

Veo, pues, que existen dos líneas de estrategia posibles: A, mentir hasta el final o B, confesar desde el principio. ¿Cuál es mejor? Depende de para quién y de la moral que se traiga de casa.
Con la opción A, tenemos la ventaja de que, si conseguimos que nuestra historia llegue hasta el final, nos libramos de la mala prensa. Permanecemos con la imagen intacta y seguimos con nuestras vidas. Pero ¿y si nos pillan? Las posibilidades de que nuestra  imagen salga defenestrada se multiplican. Somos malos por lo que hicimos y mentirosos por querer taparlo. Y a eso le sumamos la tensión de no saber si se va a destapar o cuándo.
Curso especialista en protocolo, comunicacion e imagen corporativa. Universidad de A Coruña

Con la opción B, aguantamos el chaparrón sin rechistar. Como ventaja, nadie nos va a pillar en la mentira y podemos intentar usar nuestra confesión como un atenuante. A eso le añadimos un “no me acordaba y lo siento” y tenemos la receta lista. La honestidad nos da la opción de detallar la historia con nuestra versión antes de que otros se la inventen o la cuenten de manera “diferente”. Como desventaja, palos y palillos asegurados.


Pero ¿cómo decidir cuál es la buena? Pues eso depende, como dije antes, de para quién y de la moral que se traiga de casa. 

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